lunes, 22 de septiembre de 2008

::: ¿Un santo gay en la Iglesia Católica?


John Henry Newman es uno de los religiosos más importantes del siglo XIX y lo quieren beatificar. Pero antes, quieren sacarlo de su tumba y separarlo de su "amante", enterrado junto a él.
¿Puede un santo ser gay? ¿Tiene la Iglesia la potestad -divina, ética, legal- para desenterrar a un hombre, incluso en contra de su voluntad, y encerrarlo para la eternidad en otro sepulcro? ¿Existe realmente un lobby homosexual entregado a derribar la Iglesia católica? Las respuestas, si las hay, forman ya parte de un extenso debate sobre la figura del cardenal inglés John Henry Newman, un diácono que va para santo y que pidió descansar en paz junto a un amigo, quizá algo más que eso.

El letargo le ha durado 118 años, los que ha tardado el Vaticano en decidir que Newman tiene madera de beato. En próximas fechas, el religioso será exhumado y reubicado en un lugar santo donde se le pueda rendir el debido respeto.

La controversia ocupa decenas de blogs en Internet y ha saltado a las páginas de la prensa británica o al prestigioso programa de la BBC Newsnight, en el que Peter Tatchell, un activista proderechos gay, se enzarzó con el biógrafo de Newman en pleno prime time. Reducido a su forma más maniquea, se trata de una nueva lucha en pos de la modernidad entre las fuerzas de la Iglesia y el movimiento gay. Es decir, la cosa promete. En medio del fuego cruzado, interesaría sobremanera conocer la opinión del propio interesado. Sin embargo, John Henry Newman murió en el siglo XIX tras dejar apalabrada su eternidad. O eso creyó.

Newman creció en el credo anglicano pero pasó a la Historia gracias a su fichaje por el catolicismo. Su conversión devino en un trasvase de fieles de la Iglesia anglicana al seno de su nueva fe, que renovó sus energías en el Reino Unido. Fue como si Newman sacara a la Iglesia católica de su armario victoriano. Desempolvaron sus ritos y se quitaron de encima su complejo de dogma de segunda división. En suma, una figura del catolicismo que pronto sería investido cardenal en 1879. Su vida y obra se estudió de tal manera -el propio Benedicto XVI estudió la teología de Newman como un joven seminarista desde 1946- que en 1991 fue declarado venerable, primer paso para alcanzar la santidad. Hoy la Iglesia católica está a punto de beatificarlo, según declaró a Crónica Peter Jennings, secretario de prensa en la causa de la beatificación. Jennings adelantó a su vez que el propio Cardenal Ratzinger anunciará, antes de que finalice el año, la ceremonia en Roma para el 2009.

Newman condujo una vida privada de la que se conocen varios datos. Y como pasa en estas situaciones, todos muy interpretables. Lo que parece cierto es que convivió más de 30 años de su vida con el Padre Ambrose St John.

Su relación fue tan intensa que, en el momento de la muerte de Ambrose, Newman dejó un corolario que esconde dolor, amor y quien sabe si pasión. "Siempre he pensado que no existe pena igual al de un marido o una esposa por la muerte de su cónyuge, pero creo complicado que pueda haber mayor pena que la mía", afirmó en 1875.

¿Qué opina la Iglesia al respecto? El Padre Ker, biógrafo del religioso, no ve nada gay en el asunto. "Entonces C.S. Lewis [autor de Las crónicas de Narnia y Alicia en el país de las maravillas], enterrado con sus dos hermanos, hubo de tener sentimientos incestuosos por ellos", opina con ironía Ker. En conversación con este periódico, Jennings, airado por todo lo publicado, quiso dejar claro que un detalle afirmado por la prensa británica era falso.

Aunque quizá se haya pasado de preciso: "No es cierto que estén enterrados juntos. Newman está encima de Ambrose". Se refiere Jennings a que la tumba es tan profunda que permitió enterrar a uno debajo del otro, lo que evitará molestias a Ambrose cuando se lleven a Newman.

Superado este punto, la postura de la Iglesia para desenterrar al "religioso más importante del siglo XIX", según Jennings, de su sepulcro y moverlo a un sarcófago en la Oratory Church de Birmingham ha generado más controversia aún. Los defensores de que las cosas y los cuerpos se queden como están esgrimen como poderoso argumento la última voluntad de Newman, quien afirmó: "Deseo, con todo mi corazón, ser sepultado en la tumba del Padre Ambrose St John, y dejo esto como mi última e imperativa voluntad". También interpretable. De acuerdo con Jennings, "Newman siempre habría sido un sirviente de la rueda de la Iglesia". De esta forma, este hombre de fe deberá ser expuesto delante de los fieles en su nueva calidad de santo, de manera que sus sagrados restos puedan ser venerados como Dios manda.

Y aquí, nuevamente, la Iglesia se topa frontalmente con Peter Tatchell, que lidera una voz con eco en cada esquina de Gran Bretaña. El famoso activista, conocido entre otras cosas por el intento de arresto de Robert Mugabe, habló también con este periódico vía email. Según Tatchell, la maniobra de la Iglesia no tiene tanto que ver con su afán por que los peregrinos vean el nuevo hogar de Newman. "Según un soplo que me llega de la misma Iglesia católica el Papa está avergonzado de que Newman siga enterrado con el hombre al que amó. El Vaticano quiere matar cualquier rumor que diga que el cardenal era gay. Por eso quieren mover su cuerpo". Tatchell asegura que "a decisión de la Iglesia, respaldada por Jack Straw, secretario de Justicia, es de dudosa moral y legalidad, ya que viola las instrucciones dadas por Newman a sus testamentarios".

El propio Tatchell se encontró con Ker, biógrafo de Newman, en un debate en Newsnight. De ese encuentro resalta escandalizado: "El Padre Ian Ker, designado por el Vaticano como un portavoz válido, reclamó el derecho divino de la Iglesia católica para corregir los deseos del cardenal". En el fondo de la cuestión, de acuerdo con este activista, subyace un "intento absurdo por negar la existencia de clérigos gays en su iglesia. Y en el Reino Unido, al menos el 20 por ciento de curas son gays". Lo que nos deja en un punto cercano a la pregunta inicial: ¿Puede un santo ser homosexual?

Las crónicas nos dicen que Newman fue un hombre de notoria femineidad. Su retrato más famoso, firmado por Sir John Everett Millais, muestra una pose refinada del cardenal, muy alejada de la dureza de otros retratos religiosos más clásicos. El Vaticano, preocupado por la imagen ambigua de su santificable, encargó a Ker un artículo, publicado en L'Osservatore Romano, en el que se ponderaba la heterosexualidad de Newman. "¿Cómo pueden estar tan seguros?", azuza Tatchell, "¿Acaso hubo espías en la habitación de Newman todos los días de su vida?".

Lo ideal del asunto sería conocer el deseo de Newman 118 años después de su muerte: ¿Querría ser santificado o preferiría permanecer al lado del ínclito Ambrose? La Iglesia lo tiene claro. El siempre deseó servir a su fe. Pero hay quien cree que todo esto es sólo una forma de enclaustrar para la eternidad a un hombre dentro de un armario. Y lejos de su pareja.

Nota original publicada por: El mundo.es

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